
Hace casi dos años mi vida tomó un nuevo rumbo, viró no sabiendo muy bien hacia donde, pero cambió...y tanto que si cambió!
Yo, inestable ante lo desconocido, me vi sacudida por echadas de menos, tormentas de búsquedas de mi espacio y mareas de dolor y llanto. Pero en ese virar, en ese intento acelerado de intentar marcar el nuevo rumbo, de no dejarme llevar por las tormentas e intentar que la marejada no hiciera temblar mi pulso, apareció, casi desde el principio una sirena. Una sirena guerrera nada convencional, al contrario!!! una sirena que sacudió mis rutinas y mis esquemas de vida. Una sirena salvaje, con piernas pero capaz de nadar más rápido que cualquier cetáceo, una sirena con la belleza del mar y la fuerza y la garra de las vikingas.
La rubia vikinga, a pesar de ser infinitamente joven, sabe mucho. Sabe mucho a base de corrientes de agua fría que le ha dado la vida y que ha aprendido a capear y sabe mucho porque sí, porque le funciona la cabeza a 3000 rpm, porque no para de idear y crear y soñar...
La rubia cuando sale del mar anda descalza, para sentir bien la tierra, bebe zumo de cebada, que le da color a su pelo, y pinta el cielo de estrellas desde su azotea.
La rubia mira a la vida de frente, con los dientes apretados y con paso firme.
La rubia sabe soñar y tiene la maravillosa capacidad de cogerte de la mano y llevarte de viaje por sus sueños.
La rubia por las noches vuela. Lleva bajo el brazo su gramola y te deleita con los tangos de Carlos Gardel mientras te cuenta apasionadamente su nuevo sueño, un sueño maravilloso que construye mientras conversa y del que te hace sentir que con trabajo y esfuerzo se puede convertir en realidad. La rubia me ha enseñado a viajar a lugares inimaginables, a crear desde la nada y verlo aunque no existiera.
La rubia crea y crea y vuelve a crear y ahora, uno de esos sueños soñados ha sido premiado. Un premio muy merecido, un premio a su valor, a su garra, a su esfuerzo.
Brindo por ti vikinga, porque vales mucho y tienes muchas historias que contarnos... Te quiero mucho.
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L: ¿y la capa?
RV: ¿no te conté? Anoche me nacieron alas...