Y me choco de frente,
y la realidad paralela me abofetea la cara.
De saludos sinceros, sonrisas, naturaleza y vida paso a la aborigen de este maldito sistema capitalista.
En el que todo se compra, todo tiene precio, hasta los sentimientos...
En la cultura del usar y tirar.
En el el sistema en el que las miradas caen al suelo para no querer ver.
Siento nausas al volver, miedo de perderme de nuevo entre el hormigón y las nubes de CO2, tengo miedo de que la ciudad vuelva a fagocitarme y a convertirme una pieza más de este terrible puzzle que todo devora.
No quiero perderme más, no voy a permitir que me coma...
He sentido durante un mes mi corazón, mi respiración y mis sueños.
He sentido que siento.
Lo que vivimos día a día está teñido de apariencias, de materialidades inútiles que no valen para nada...son tan sólo placebos, pastillas azules que esconden falsa felicidad. De ahí la frustración constante, el vacío del alma, la desazón y las depresiones.
El camino hacia la felicidad no puede pasar por un camino de ceros, ni por la explotación de seres humanos, ni por el desprecio ni la indiferencia.
Caminar fijándome en los detalles,
no consumir más de lo que necesito,
buscar el placer en las pequeñas cosas,
contemplar.
Ser y dejar ser.
Recibir la vida con la mirada limpia.
Confiar.
Dar lo mejor de una misma, generar sonrisas y buenas conversaciones.
Echarse a un lado para que pase otr@.
Mirarse a los ojos y dejarse querer.
Cuidar y ser cuidad.
Ofrecer lo que se tiene.
Valorar lo que se es.
Me quedo con esta sensación de estar viva, auténticamente viva. Y lo usaré de escudo contra el venir y el devenir de los días falsos, de los hombres grises...
Y me quedan mil rayos de esperanza, pues las sonrisas, su se dan de verdad, se contagian, ¡¡es inevitable!! Porque las miradas limpias, si se mira de verdad, generan una felicidad infinita.
Porque AKUNA MATATA, la vida hay que tomarla de la mano y tararear a su lado.
Pole-pole...
Karibú a la vida
